miércoles, 12 de septiembre de 2012

REBECA




Además de la afición por los libros, mis padres y yo, compartimos la afición por el cine. Rebeca, mi nombre, tiene que ver con una de las primeras películas de Hitchcock rodada en 1940. Dicha película es una obra maestra de la narrativa y el suspense.
Mis padres la vieron una tarde de los año 60 en la que su historia de amor comenzaba a emerger como un submarino de los abismos del océano. La tele resonaba en casa de los abuelos y entre fotograma y fotograma, caricias furtivas. Así es como aquella antigua Rebeca llegó a formar parte de la historia familiar, tanto, que tuvieron que otorgar el nombre a la obra de su amor para que jamás se borrara su huella.
El film narra la historia de un aristócrata inglés Maxim De Winter (Laurence Olivier) que al poco tiempo de perder a su esposa Rebeca, conoce en Montecarlo a una joven humilde (Joan Fontaine), dama de compañía de una señora americana. De Winter y la joven se casan y se van a vivir a la mansión inglesa de Manderley, residencia habitual de De Winter. Pronto la señora Winter se da cuenta de que no puede borrar en su marido el recuerdo de su difunta esposa.
Uno de los detalles del rodaje fue que Laurence Olivier quería para el papel principal femenino a Vivien Leigh; como Hitchcock optó por Joan Fontaine, Laurence trató de forma horrible a Joan; este maltrato afectó tanto a la actriz que Hitchcock aprovechó para hacerle creer que todo el mundo del equipo de rodaje la detestaba; Joan se mostraba tímida y reservada, justo lo que quería el director para el personaje.
Cine clásico en blanco y negro con música de violines estridentes, románticos y enigmáticos. Rebeca, el principal personaje, jamás aparece en la película pues muere antes de comenzar la trama. La actriz principal sin nombre en el film, anulada por la presencia etérea y el recuerdo insistente de Rebeca, una ingenua joven americana. El galán, sobrio, serio, masculino, con esas canas que apuntillan al personaje, un apuesto aristócrata británico. La fría y siniestra señora Danvers, ama de llaves de Manderley; tiene un aspecto fantasmal con su uniforme negro, tez pálida, voz tranquila y andar sobrio; resulta perturbadora con su obsesiva adoración por Rebeca; menosprecia a su nueva señora considerando que no es digna de vivir en Maderley.
He visto la película muchas veces junto a mis padres “Anoche soñé que volvía a Manderlay…” Es la primera frase que se dice junto con una imagen de una inmensa luna llena entre tinieblas. Esa luna que tanto me hipnotiza y de la que siempre me he sentido vinculada. Soy reservada y distante a la vez que brillante y espectacular como la misma Selene. Y desde luego pertenezco al mundo de la noche. Todos me ven y admiran pero a nadie pertenezco. Y esa nebulosa que la difumina es mi apariencia con la que ocultó mi verdadero yo.
Soy Rebeca nada que ver con la película de Hitchcock solo la admiración de unos cogeneres en un momento muy importante de sus vidas. Como una de sus expresiones “la luz de la luna puede jugar con la imaginación” así mi luminosa oscuridad juega contigo para atraerte hacia mi propósito. Pero el plan ha quedado relegado un poco, ignoraba que dentro de esa apariencia de empresario serio y melancólico surgiría una fuerte personalidad que estaba aletargada.
Ahora has descabalado mis pasos. Mientras vuelvo a encauzar el sendero disfruto de tu presencia. Compartiremos charlas, unas veces intrascendentes y otras con cómplices revelaciones sobre nuestras vidas. Quiero saber más de ti pues soy el cazador cazado. Viviré el presente, es lo único que tiene sentido.
Soy como la segunda señora De Winter en la película Rebeca, cuando en la recepción de un lujoso hotel de Montecarlo queda fascinada por la presencia severa de Maxim De Winter (Laurence Olivier), su futuro marido. Quiero bailar entre tus brazos como ella en aquella idílica terraza o sentir tus dedos sobre mi frente con un beso como ella en el paseo en coche o rodeada de flores como regalo de boda como ella antes de ir a Manderley. Nunca pensé sentirme así, mi carácter va más con la perturbadora y gótica ama de llaves y sin embargo, has arrancado sentimientos que no pensé tener. Samuel quiero conocer cada rincón de tu cuerpo y de tu alma, y no cesaré en el intento hasta conseguirlo. Puede que nuestra historia termine consumiéndonos en las llamas como la colosal mansión. “Anoche soñé que volvía a Manderlay…”