domingo, 17 de mayo de 2015

DIVERGENCIAS


Fotografía de Jaap Scholten – http://www.textandtravel.com/publications/

“Si no tardas mucho, te espero toda la vida” Oscar Wilde

El sol resplandecía sobre todas aquellas flores que nos rodeaban acentuando los matices. Un aroma almizclado nos envolvía, fragancia y deseo. Las copas de vino irradiaban, en el ambarino líquido, una serenidad inquieta. El calor incidía en nuestros rostros, ambos teníamos los ojos cerrados pero su mano apretaba fuerte la mía.

Iba a ser una separación tan solo por unos meses pero mi corazón estaba henchido de ansiedad. Siempre habíamos Intentado permanecer lo más cerca posible a pesar de las discordancias personales. Ambos sentíamos la necesidad de percibir nuestras almas cerca, protegiéndonos el uno al otro. Desde el primer instante la atracción fue mutua, supimos, como esa intuición que surge en un destello, que éramos el complemento perfecto en nuestras divergencias. Un simple roce de su pulgar sobre el torso de mi mano hacía que un torrente surcara nuestros cuerpos en un océano de instintos.

Tras unas horas disfrutando llegó el instante aciago. El me abrazó fuerte, queriendo inmortalizar ese contacto íntimo de nuestros cuerpos. Después su mirada azul hielo se clavó en mis acuosos ojos, posó sus dedos en mi barbilla levantándome el rostro y me besó. La intensidad de sus labios permaneció durante largo tiempo en los míos. Subió al coche y me gritó:

¡Te amo, nena! Eres mi brújula y pronto regresaré a tu lado.

Me había llamado nena, me sonreí. Regresé a mi pequeño paraíso de tulipanes y narcisos, entre tejos y robles ¿Volvería? Había dos generaciones de diferencia entre nuestros nacimientos. Él respiraba juventud por toda su piel y yo comenzaba a cruzar el meridiano de mi existencia. Volvería, algo inquebrantable atenazaba nuestras vidas pero, aun así, había valido la pena. Él había sido la lluvia sobre un campo yermo.