martes, 15 de octubre de 2013

LA NOCHE DE LAS ÁNIMAS


Este cuento está dedicado a una festividad que tiene sus orígenes en la noche céltica de Samhin. Hoy lo celebramos como las Vísperas de todos los Santos o "All Hallow´s Eve" o Halloween. No es especialmente terrorífico.

“Dos cosas me llenan de horror: el verdugo que hay en mí y el hacha que hay sobre mi cabeza” Stig Dagerman

Es la víspera de todos los santos. En esta noche las ánimas cruzan el umbral y se pasean por la tierra, no todas son buenas, algunas son almas en pena y otras malvadas. Los aledaños entre vivos y muertos se vuelven inciertos. También se la llama la Noche de Brujas, adivinación, reuniones para sacrificios y rituales.

Una mujer de cabellos ardientes y ojos esmeraldinos regresa del bosque con una cesta de plantas. Edana prepara todo lo necesario para invocar a los espíritus. Galena, su cuñada, la ha intentado convencer para que no lo haga, dice que es temerario hablar con las ánimas, pero a pesar de su insistencia, continua en su empeño. Ella echa mucho de menos a Arlen y se siente en la obligación de descubrir el misterio de su muerte.

Para Edana todo se confabula en esta noche. Arlen apareció acuchillado junto al cadáver de un desconocido en el mismo día pero hacía ya varias cosechas. Ella precisa saber quien de la aldea manipuló los hilos para matarle. Sabe que su muerte no fue fortuita. Arlen sería el próximo jefe de la aldea, descendiente de un druida, algo que suscitaba envidias.

Edana hace un círculo de sal alrededor de la hoguera para protegerse y se sienta dentro de dicho círculo. Esparce unas ramas de sándalo y unas cortezas de sauce sobre el fuego. Un aroma penetrante impregna el habitáculo que se llena en unos instantes de una neblina espesa. Comienza en un susurro con las palabras de la invocación sobre un cuenco de agua con siete hojas de ruda. Coge un cuchillo que tiene al lado y se hace un corte en la palma de la mano. La sangre comienza a gotear y ella deja caer dicho fluido sobre el cuenco de agua y ruda.

Durante unos minutos no ocurre nada, parece que se ha transportado a otro lugar, sólo se percibe el fuego y la niebla. Las llamas toman un color azulado espectral y en un instante alguien está sentado frente a ella pero fuera del círculo. Aquel rostro de facciones marcadas y pelo encrespado lo reconocería en cualquier circunstancia, es Arlen. Sus ojos se llenan de lágrimas y una dulce sonrisa aparece en los labios del espíritu.

- Buenas noches mi amor— las lágrimas resbalan por la mejilla de Edana—. No estaba muy segura de si podría contactar contigo pero estás aquí.
- No has debido de hacerlo. El peligro sigue acechando y no estás segura. He venido a prevenirte—vuelve a sonreírla— yo también te echo de menos mi pequeña dríade.
- ¿Quién te hizo esto? El cadáver que se halló a tu lado era de un individuo de otro clan.
- Daría mi alma por volver a rozar tus labios. La plata que ocultaba el asesino en su camisa era de nuestra aldea. Le costó caro el trato.

El fuego cambia de color y se vuelve sanguíneo. La figura de Arlen se difumina hasta desaparecer. Algo metálico cae al lado de Edana, lo mira, es un trisquel, amuleto reservado sólo para los druidas. Otra figura aparece frente a ella pero ya no es su amado. Un viento fuerte, que en apariencia sale del fuego, sacude el círculo de sal rompiéndolo tras ella. El cuenco de agua con la ruda y la sangre se vuelca. Recuerda aquel rostro, es el del cadáver que apareció junto a Arlen. El malvado cruza el círculo de sal y Edana se sorprende. El espíritu, con ominosa mirada, se sitúa frente a ella sobre las llamas; estira los brazos y el cuchillo que descansa junto a ella vuela hasta una de sus manos. Se dispone a clavarlo en la aterrada Edana. Ella agarra con fuerza el trisquel y pone su brazo en posición de protección sobre su frente. Una luz brillante y blanca se irradia y envuelve a la malvada ánima, absorbiéndola.

Edana no entiende muy bien lo ocurrido pero posa la mano con el amuleto sobre su pecho. El fuego vuelve a ser azulado y otra vez aparece Arlen.

- Te quiero y siempre estaré a tu lado mi pequeña dríade. Al amanecer junto a las antiguas ruinas, donde crece el romero, antes de que salga el sol, descubrirás de quien proviene la plata. Me tengo que marchar y tú más vale que concluyas el hechizo— con expresión apacible posa su mano en los labios, da un sonoro beso, abre la palma de la mano y sopla aquel tierno arrumaco.

Una dulce brisa alborota el largo cabello de Edana. Siente un ligero roce en su rostro. La imagen de él se va difuminando hasta desaparecer. Toma un puñado de sal y lo esparce sobre las llamas hasta casi extinguirlas. La noche de nostalgia y rabia pasa en desvelo. Cuando está amaneciendo se pone su chal y coge su cesta de recolectar hierbas, se dirige hacia las ruinas. Asombrada encuentra allí a Galena, su cuñada.

- ¡Tú pagaste para matar a Arlen!—su expresión es de asombro e ira, a la vez.

Galena de espaldas, al oírla se vuelve y la mira turbada. ¿Cómo sabe que ella pagó a un miembro de su antiguo clan para matarle? Había intentado siempre disimular su odio hacia ambos. Su marido era el segundo hermano de Arlen, más fuerte y capaz para ser jefe de la aldea. Ese estúpido amor que se profesaban era insoportable. El cuerpo enjuto y fibroso de Arlen siempre levantando en brazos a Edana la daba asco. La llevó mucho tiempo decidirse a llevar a cabo la emboscada y encontrar el momento adecuado y, ahora, esa estúpida con sus hechizos lo había descubierto todo.

Una tormenta se desata de pronto y una profunda oscuridad vuelve a cubrir la tierra. Galena coge el corvillo con el que corta el romero y se dirige a Edana. Nadie anda por las ruinas a esas horas, acabará con ella y no tendrá que soportar más sus lloros. En el preciso instante en el que empuña el corvillo con el brazo en alto, un rayo serpentino cae sobre ella. Segundos después estalla el ruidoso trueno y la lluvia comienza a caer con fuerza.


Edana sigue paralizada en el mismo sitio donde pronunció sus recriminatorias palabras. En pocos minutos el agua la cala hasta los huesos, su cobrizo pelo chorrea entremezclándose las gotas de agua con las lágrimas de indignación. La tenía por una buena amiga además de su cuñada. Con indiferencia, se da la vuelta y con su mano cerrada sobre el pecho se dirige a la cabaña. El cuerpo de Galena reposa sobre el romero, extinto.

Las ánimas no perdonan. Si imploras en la víspera de todos los santos justicia, ellas te la proveyeran a cambio de un alma. Desde esta noche, el alma de Galena acompaña al séquito de las ánimas.

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