jueves, 7 de marzo de 2013

TERMA EN LA NIEVE



«Aprende a estar en silencio. Deja que tu mente tranquila escuche y se quede absorta». Pitágoras
Sumergida en aquella cálida terma de agua, los copos de nieve se van enredando en mi pelo, escarchándolo. Es narcótico el contraste del calor y el frío. El vapor forma nebulosas alrededor. Mis párpados se van cerrando por un pesado sopor, lentamente. Silencio tan solo roto por el plumoso viento que acaricia mis oídos y el chapoteo del agua entre las rocas. Aquel idílico lugar, alejado del desorbitado ruido de la ciudad, tiene la tarea de silenciar mi mente.
Sigue la nieve jugando con mis cabellos, el cuerpo desplomado, no pienses en nada. Aleja toda imagen e idea, las que te atormentan. Las lágrimas atraviesan mi garganta de puro sosiego. Es lo que necesitaba desde hace tiempo, llorar. Rodeada de altas montañas en aquel valle perdido, los cúmulos de nubes pasan lentamente. El reloj se ha ralentizado. Los árboles dormitan sin sus abrigadas hojas.
Cada una de las lágrimas me mitiga, limpian el alma, de eso se trata, de escuchar mi corazón. Una suave campana se acerca. Me levanto y ponen sobre mis hombros una especie de quimono de textura gruesa y unas zapatillas. Con un ademán de la mano me indica que le siga. Comienza a tocar de nuevo la campana, a cada sonido de ella un paso, un tintineo, un paso, lento, con parsimonia. Aprende a tener paciencia para llegar al destino.
Se hizo prioritario equilibrar mi mente tras su desastrosa sobrecarga. Gabriel dijo: «Si no hallas el camino adecuado finalizarás en el precipicio, estás demasiado cerca». Puso en mis manos este destino. Y en un arrebato de desesperanza marché sin demasiada expectativa.
Varias lunas van transcurriendo. No ha sido fácil, la tristeza y la apatía a veces me ahogaban. Hasta que, poco a poco, aprendí las vibraciones de la paciencia, del silencio y de la quietud. Todo llega cuando estamos preparados y en el trayecto hay duras enseñanzas. Algunos de aquellos con quien pensábamos terminar nuestros días, quedaran atrás como lección aprendida en el libro de las que algo recuerdas.
Escucho los susurros de mi corazón al que hasta hoy apenas oía. Dar un paso al son del lento tintineo de la campana me hace advertir cómo entra el aire en mis pulmones. Ese aire lleno de aromas de invierno. Ese invierno que dará paso a una nueva primavera, el resurgir de la vida, mi vida. Esa vida a la que creía ya organizada. Solo existe el presente, dejemos de buscar. Y desde luego, el amor no se busca, se encuentra. He comenzado por enamorarme de mí misma. Ahora.
Como cada mañana me sumerjo en la terma. La nieve dejó de enredarse en mi pelo, pero sigo sintiendo la levedad del viento gélido en mi rostro. Desplomo mi cuerpo. Inspiro y sólo escucho cómo mi corazón palpita. No sé el tiempo que ha transcurrido, dejé de tachar los días. Los cerezos comienzan a decorar sus ramas con pequeños brotes, con una pequeña flor perfecta. Mis párpados se van cerrando, sonrío.

3 comentarios:

  1. Efectivamente, todos esos detalles me resultan familiares. Gran relato, gran momento, grandes imágenes. A veces quisiera ser un mono...

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  2. Sensualidad y fuerzas primigenias sugiriendo mucho y contándolo todo. Me encanta, Lola.

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